Muchas veces nos preguntamos si ese nuevo artículo de cocina que hemos visto en un escaparate (o que ya hemos comprado) nos resulta necesario o simplemente es (o ha sido) un capricho. No voy a decidir por vosotros, pero me gustaría compartir mi experiencia a la hora de tomar la decisión correcta y no hacer un gasto innecesario (además de incrementar la «cacharrada» que, poco a poco, reduce aún más el espacio disponible en nuestras cocinas). Así que hoy iniciamos una serie de artículos en los que voy a dar mi opinión sobre qué es lo imprescindible para cocinar y que podríamos subtitular «no más cacharros en mi cocina». Espero que os sirvan.
Lo más imprescindible para cocinar: las cacerolas.
Uno de los elementos más imprescindibles en la cocina, aparte de una fuente de calor, es el recipiente donde vamos a cocinar. Seguro que, como me ocurría a mí, tenéis muchas cacerolas, sartenes y tapaderas que apenas usáis.
Al principio, yo utilizaba las típicas cacerolas que podemos encontrar en cualquier establecimiento, más o menos baratas y que nos hacen el apaño. Y, claro, no una ni dos, sino unas cuantas de diferentes diámetros, porque no vamos a usar una cacerola grande para cocinar una cantidad pequeña… ¿o sí?
Con el paso del tiempo y a base de experimentar, he llegado al punto de que hoy día utilizo única y exclusivamente una cacerola, concretamente, una olla rápida de gran diámetro, desechando cualquier otro tipo de cacerola de mi cocina.

¿Y por qué una olla rápida?
Existen varias razones.
La más importante es un ahorro de un 70% de energía. Esto quiere decir que pagaremos menos electricidad o gas cuando cocinemos. Aunque, a priori, pueda parecer un ahorro muy pequeño, para alguien que cocina varias veces al día durante todos los días del año puede resultar un ahorro considerable. Al final, esos céntimos de euro que nos ahorramos en cada elaboración nos ayudan a pagar el precio de una buena olla rápida.
Por otro lado, cocinar en olla rápida permite conservar todas las vitaminas y demás nutrientes de los alimentos, ya que la comida se hace en menor tiempo, lo que reduce considerablemente la destrucción de nutrientes que sí se produce en una cocción normal. Con esto estamos mejorando enormemente nuestra alimentación y, además de disfrutar comiendo, nos estamos nutriendo adecuadamente.
Finalmente, como ya hemos mencionado, el tiempo de cocinado es mucho menor, hasta un 70% más rápido, por lo que estaremos menos tiempo en la cocina.
Los (muy) pequeños inconvenientes de la olla rápida.
Como todo, las buenas ollas rápidas tienen un precio alto, pero se compensa con la reducción del consumo de energía, con la mejora de la calidad nutritiva de lo que comemos y con el ahorro de tiempo que nos permiten (y no hay nada más valioso que nuestro tiempo). Además, hay que tener en cuenta la garantía que dan los fabricantes, que suele ser de entre 5 y 10 años, lo que da mucha confianza.
Otro inconveniente es adaptarse a su uso. Aunque su funcionamiento es muy sencillo, hay que habituarse a su forma de operar y a los tiempos de cocción, pero con pocos usos se logra dominar su manejo y, cuando menos lo esperes, no podrás vivir sin ella y será el único tipo de cacerola que usarás (y necesitarás).
¿Y por qué una olla rápida de gran diámetro? En próximas entradas veremos esto y qué más utensilios considero imprescindibles en mi cocina y cuáles no.
Espero que os guste y que sigáis leyendo mis entradas nuevas y las ya publicadas. Recordad que podéis contactarme a través de los comentarios y suscribiros para recibir puntualmente las nuevas entradas. También podéis seguirme en las redes sociales (Facebook, Twitter y YouTube).

Al final, con pocas cosas te apañas!
Pues sí, Pepi. Pero a veces nos damos cuenta cuando ya tenemos la cocina llena de cacharros.
Así que en próximas entradas seguiré con esta serie de artículos que espero os sigan ayudando.
¡Muchísimas gracias!
Para cuándo más entradas? Felicidades por el blog.
Muchas gracias, Elena. En breve habrá nuevas entradas. Espero que también te gusten. ¡Un saludo!